martes, 30 de noviembre de 2010

¿Cuándo volveré a votar?


Cuando me reencarne, prometo saber mucho de ordenadores y de todos estos chismes que me suelen traer por la calle de la amargura, al tiempo que puedo prometer y prometo; puedo jurar y juro que cualquier aparato de estos que caiga en mis manos será revisado con total dedicación, cariño, profesionalidad y sobre todo, nunca jamás caeré en la tentación de modificar las configuraciones que tenía el propietario del mismo y que bajo ningún concepto, salvo previa indicación de él (dueño del ordenador), cambiaré, sustituiré ni eliminaré ningún programa, ya que si es tan inexperto como yo ahora, le evitaré que tenga que padecer problemas por el mero hecho de “ORGANIZÁRSELO” según mi criterio sin tener en cuenta el de él.

Todo esto viene a cuento de la gracieta de un iluminado técnico de ordenadores que sin que nadie le hubiera dado vela en ningún entierro se ha dedicado a cambiármelo todo.

Así entenderéis que haya tenido tan abandonado tanto mi blog como mis respuestas a los comentarios del vuestro y las pocas que se han producido han sido hechas desde un ordenador prestado ya que el mío no estaba “operativo” Empiezo de cero y disculpar que no haya tenido la delicadeza de participar en vuestros cuadernos que por otra parte, tanto me gusta hacerlo.

Pasando página, os comento que el sábado pasado, víspera de la consulta electoral catalana, tenía previsto haber hecho unas reflexiones sobre las elecciones futuras en España.

Hoy tampoco es mal día para hacerlo y entonces haciendo un poco de historia sobre lo que ha sido mi comportamiento antes cualquier consulta, os de confesar que solamente participé en la farsa electoral (en mi criterio) en las primeras elecciones al Parlamento que debieron ser por el año de 1978 (no recuerdo exactamente la fecha) También deposité mi voto en dos ocasiones en las alecciones municipales y punto final. Nunca más caí en la tentación de dar mi confianza a ningún político y es más, todavía ninguno la tiene.

Mañana mismo volvería a votar, no tendría ningún problema, por cuarta vez en mi vida, siempre y cuando se dieran una serie de condiciones que para mi son incuestionables. Si fueran diez principios os hablaría de “mi decálogo para votar” pero como son cinco y no sé como se dice esta cantidad, os hablaré a continuación, mi “medio decálogo” y perdón por la repetición.

1) 1) Nunca jamás volveré a votar, si no se aprueba una ley de obligado cumplimiento en la que se establezca que TODOS los primeros candidatos de cualquier partido, deben ser elegidos en unas “primarias” internas, libres y democráticas.

1)

2) 2)Nunca jamás volveré a votar, si las listas siguen siendo cerradas y ello me impide dar mi consentimiento a candidatos de cualquier formación política.

3) 3) Nunca jamás volveré a votar, si no gobierna el candidato más votado con mayoría suficiente y si ello no fuera posible, se recurría a la segunda vuelta. Nunca más chantajes y venta de votos por dinero como viene ocurriendo.

4) 4) Nunca jamás volveré a votar, mientras no se establezca; que si el índice de abstención es superior al 50% del electorado, se tomarán medidas adecuadas para subsanar esas situaciones.

5) Última) Nunca jamás volveré a votar, si se sigue con la normativa -desconozco si continúa en estos momentos en vigor- de que sea el presidente de la mesa electoral el que deposita la papeleta del voto en la urna, en lugar de hacerlo el propio elector.


Un cordial saludo.


miércoles, 24 de noviembre de 2010

Como soy muy educado...


Sin querer, pero a su vez, sin poder evitarlo, me he visto en medio de una discusión de personas más o menos allegadas, que acaloradamente han acabado casi como en el rosario de la aurora que tan célebre fue, sin saber por mi parte, ni donde ni cuándo ocurrió.

La discusión, como casi siempre ocurre, ha sido por una chorrada que no merece ni ser comentada, pero mientras era testigo, he tenido que escuchar algunas frases, auténticas joyas, que a veces resultan habituales y ante las cuales, difícilmente me puedo contener sin decir lo que pienso de las mismas y de la persona que las dice.

No soporto escuchar a nadie eso de: «es que yo como soy muy educada» o «como soy buena persona»…pues bien las dos han salido a relucir hoy en mi presencia.

Va siendo hora de qué dejemos esas francesitas para decirlas en mejores ocasiones, es decir, NUNCA. Tener de nosotros mismos ese concepto no deja de ser una prepotencia ridícula, totalmente desfasada y de pésimo mal gusto. Sin que nadie nos haya dado vela en ningún entierro, nosotros solitos nos subimos a un pedestal sin haber sido invitados a hacerlo. Creía que todo el mundo lo debía tener claro, pero me temo que va a ser que no. Esas alabanzas, esos atributos o críticas en su caso, hay que dejarlos que nos lo digan o las piensen de nosotros los demás, después de haber juzgado nuestros hechos y comportamientos.

Termino, ¿Se las habéis escuchado decir a una persona que consideréis educada y buena gente? Al menos yo, NUNCA; pero escucharlo a protagonistas no siempre tan bien educados ni tan buenas gentes, en demasiadas ocasiones.


sábado, 20 de noviembre de 2010

Chacolí.

Uno- que soy yo- que ha cumplido muchos años y que está de vuelta de demasiadas cosas, recuerda- recuerdo- con nostalgia mis años jóvenes de estudiante en un colegio aquí en mi pueblo.


Éramos de las generaciones en la que los sábados eran día completo de clase y sólo guardábamos fiesta durante la semana en la tarde de los jueves.


Recuerdo que en esas horas sin clase, las dedicábamos a muchas cosas, pero en especial a reunirnos los amigos para jugar al fútbol; aunque a veces, lo mismo al final del verano o a principio de curso íbamos a dar una vuelta por las viñas que había plantadas a las afueras de la ciudad por el mero “placer” de robar unos cuantos racimos y comerlos allí mismo. Las uvas era lo de menos, a lo mejor aquel mismo día las habíamos probado en casa, pero estábamos enganchados a la irresistible tentación de hacer algo que sabíamos que estaba mal. Así, que el día que aparecíamos por allí estropeamos unos cuantos racimos y nosotros “ufanos” de nuestra estúpida hazaña. Nada merecedor de recordar aunque lo esté haciendo en estos momentos.


¿A qué se dedicaba aquella uva? Muy sencillo, como era muy ácida se elaboraba y se convertía en un brebaje que en nada se parece a un buen vino y que se llamaba “CHACOLÍ”. Había y sigue habiendo personas a las que les gusta el sabor de este vino que se vendía en establecimientos dedicados en exclusiva a este caldo que se servía siempre en porrones. Nada que objetar en cuanto a los gustos o paladares de sus consumidores a pesar que en mi opinión no es nada recomendable por perjudicial, sobre todo para personas con úlceras estomacales. Nada que ver con el vino blanco de Rueda o el claro, si se hace con ese uva, con un buen Cigales.


Buena parte de la zona norte de nuestra provincia estaba plantada con estos viñedos al igual que en tierras vascas y santanderinas.


Los habitantes del “membrillar euskaldun” siempre tan voraces de todo y muy en especial si es algo que pueden usurpar a los demás (les pone un montón) se han arrogado ahora una paternidad sobre estos malos vinos que incluso han conseguido (siempre es fácil hacerlo con los débiles como es el cazo de ZP) que se lo dieran en exclusiva mundial. Así de pirañas son, pero no solo los de determinadas siglas, lo son todos ya que a la hora de trincar beneficios ajenos son todos la misma y mal oliente gota de agua.


No tenían bastante con los privilegios forales ni con los millones extra que reciben de Zapatero a cambio de favores inconfesables ni de las vacaciones fiscales para empresas que tanto varapalo jurídico les está dando los organismos europeos; les da igual, ellos se lo pasan todo por sus amplios arcos de triunfo, pero insisto, en este tema al que podíamos añadir Treviño y otros, luchan como ladillas cojoneras y van de la mano tanto los peperos, socialistas, nacionalistas y cuantos más ejemplos queramos poner y..., conviene no olvidar a Pancorbo cuya última palabra todavía no está dicha.


Me parece muy bien que por una vez y espero sirva de precedente, “el perejiles” Orden Vígara se haya puesto las pilas y hayan aprobado en la Diputación que también los burgaleses y con ellos toda la Comunidad, tenemos derechos a elaborar estos vinos bajo nuestra propia denominación de origen (CHACOLÍ) y venderlos donde queramos y podamos. Inmediatamente los santanderinos que desde el S.XIII, también han elaborado este vino, pretenden con justa razón y amparados todos por el sentido común y los derechos incuestionables europeos, se preparan igual que los nuestros, a dar la batalla que consideren oportuna para que se reconozcan los derechos históricos de nuestros bodegueros a comercializar el “CHACOLÍ” español, que por ciento, aunque los membrillos eukaldunes insisten que “Txakoli” es una termino vascos; como siempre, nada más lejos de la verdad; fue el nombre que los comerciantes franceses dieron a estos vinos, que insisto a pesar de todo, son malos, malos, malos de solemnidad, salvo que tu paladar diga todo lo contrario y derecho tendrías a estar totalmente en desacuerdo con mi criterio.



jueves, 18 de noviembre de 2010

Catalina Erauso.



NO SE BAÑABA... Y HASTA EL REY Y EL PAPA LA AUTORIZARON A VESTIR Y TENER NOMBRE MASCULINO

Aunque vivo desbordado por los acontecimientos que se están viviendo en este país, gobernado por el más nefasto presidnete de gobierno que jamás uno pudo soñar y querer para España y aunque el cuerpo me pida guerra para mis escritos; me voy a contener ya que me he prometido a mi mismo que durante un año no voy a entrar a hacer comentarios políticos de ningún signo y por tanto y porque las promesas son para cumplirlas o intentarlo, al menos durante una semana voy a ser fíel a mi compromiso.

Así que solamente os pudeo decir de este curiosos personaje, que aunque sabía de su existencia y tenía vagas nociones de su vida y obras he de confesar que estaban totalmente olvidades y que soalmente tenía certeza de que la ciudad de San Sebastian la había dedicado una calle.


Es uno de los personajes más desconocidos y curiosos de la historia española. una mujer que vivió y lucho como un hombre, en una época donde el lugar reservado para ellas estaba junto a los fogones o en un convento... pero Catalina Erauso, apodada La Monja Alférez... se rebelo, y vaya si se rebelo...

Toda su vida está plagada de peripecias y aventuras. Nacida en San Sebastián en 1592, era hija de un militar, Miguel de Erauso, y de María Pérez de Gallárraga y Arce. A los cuatro años fue internada en el convento de San Sebastián el Antiguo, del que una tía suya era la priora, por lo que tanto su niñez como su adolescencia las pasó entre rezos y crucifijos, llevando una austera vida monacal.

Sin embargo, su carácter inquieto y rebelde no iba en consonancia con la tranquila forma de vida dentro de los muros del convento. Por si fuera poco, una discusión en el claustro con una robusta novicia, en la que nuestra protagonista recibió varios golpes, motivó que se decidiera a marchar del convento. Fue así como, en 1607, con apenas 15 años de edad, colgó los hábitos y, disfrazada de labriego, cruzó las puertas del convento para no regresar nunca.

Pasó entonces a vivir en los bosques y a alimentarse de hierbas, a viajar de pueblo en pueblo, temerosa de ser reconocida. Siempre vestida como un hombre y con el pelo cortado a manera masculina, adoptó nombres diferentes, como Pedro de Orive, Francisco de Loyola, Alonso Díaz, Ramírez de Guzmán o Antonio de Erauso.

Algunos autores afirman que su aspecto físico (el dibujo que ves arriba es un retrato suyo, más masculino que femenino) le ayudó a ocultar su condición femenina: se la describe como de gran estatura para su sexo, más bien fea y sin unos caracteres sexuales femeninos muy marcados. Pedro de la Valle nos dice de ella que "no tiene pechos, que desde muchacha me dijo haber hecho no sé que remedios para secarlos y dejarla llana como le quedaron...". También se dice que nunca se bañaba, y que debió adoptar comportamientos masculinos para así poder ocultar su verdadera identidad.

Bajo alguno de estos nombres logró llegar a Sanlúcar de Barrameda, embarcando más tarde en una nave hacia el Nuevo Mundo. En tierras americanas desempeñó diversos oficios, recalando en el Perú. En 1619 viajó a Chile, donde, al servicio del rey de España, participó en diversas guerras de conquista.

Destacada en el combate, rápidamente adquirió fama de valiente y diestra en el manejo de las armas, lo que le valió alcanzar el grado de alférez sin desvelar nunca su autentica condición de mujer.

Amante de las riñas, del juego, los caballos y el galanteo con mujeres, como corresponde a los soldados españoles de la época, fueron varias las veces en que se vio envuelta en pendencias y peleas. En una de ellas, en 1615, en la ciudad de Concepción, actuó como padrino de un amigo durante un duelo. Como quiera que su amigo y su contrincante cayeran heridos al mismo tiempo, Catalina tomó su arma y se enfrentó al padrino rival, hiriéndole de gravedad. Moribundo, éste dio a conocer su nombre, sabiendo entonces Catalina que se trataba de su hermano Miguel.

En otra ocasión, estando en la ciudad peruana de Huamanga en 1623, fue detenida a causa de una disputa. Para evitar ser ajusticiada, se vio obligada a pedir clemencia al obispo Agustín de Carvajal, contándole además que era mujer y que había escapado hacía ya bastantes años de un convento.
Asombrado, el obispo determinó que un grupo de matronas la examinarían, comprobando que no sólo era mujer, sino virgen. Tras este examen, recibió el apoyo del eclesiástico, quien la puso bajo su tutela y la envió a España.

Conocedores de su caso en la corte, fue recibida con honores por el rey Felipe IV, quien le confirmó su graduación y empleo militar y la llamó "monja alférez", autorizándola además a emplear un nombre masculino.

Algo más tarde, mientras su nombre y aventuras corrían de boca en boca por toda Europa, Catalina viajó a Roma y fue recibida por el Papa Urbano VIII, quien le dio permiso para continuar vistiendo como hombre.

Durante esta tranquila etapa, ella misma escribió o dictó sus propias memorias, la "Historia de la monja alférez", publicadas en París mucho más tarde, en 1829, y traducidas a varios idiomas. Del libro, en el que en mucho de cuanto se cuenta es difícil distinguir la realidad de la ficción, surgieron también adaptaciones, como la de Thomas de Quincey, así como obras de teatro y películas.

Pero su espíritu inquieto y aventurero no conoce reposo. En 1630, la monja alférez viaja de nuevo a América y se instala en México, donde regenta un negocio de arriería o transporte de mercancías entre la capital mexicana y Veracruz. A partir de 1635 poco se sabe de su vida, salvo que murió en Cuitlaxtla, localidad cercana a Puebla, quince años más tarde. Sin embargo, tampoco se conocen las causas de su fallecimiento, pues unos dijeron que había muerto asesinada, otros que en un naufragio y otros, los más dados a la fantasía, que se la había llevado el diablo...